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martes, 3 de abril de 2007

¿Cómo se controla la violencia y la delincuencia?, por Arturo Rebollón Hernández, ingeniero civil

Obtener un título no garantiza un buen funcionamiento del coco, al menos completa y permanentemente (comparen el siguiente artículo con el aparecido en La Prensa).
He aquí la muestra. Ex-candidato a Defensor del Pueblo...(lo que sea) nos libre de semejantes defensas.

Nadie tiene la fórmula mágica para controlar la violencia y la delincuencia. Si un policía captura y golpea a un tipo que actuó como maleante, que camina como maleante, habla como maleante, viste como maleante y se comporta como maleante ante los representantes de la ley, salen los defensores del maleante, que no de las víctimas, a quejarse manifestando múltiples argumentos en favor del agresor, olvidándose a la víctima y atacando a la Policía como violadora de los derechos humanos; y, generalmente, logran liberarlo.

Esa acción desmoraliza al policía, quien ni corto ni perezoso prefiere no exponerse a perseguir un delincuente, ya que además de poner en riesgo su vida, está arriesgando su estabilidad laboral. Y creo que nadie puede culparlo por esta actitud. Quien sale perjudicada es la comunidad entera.

Quien no quiera que lo confundan con un maleante, que no aparente serlo o... ¡aténgase a las consecuencias! Y así debe consignarse en la ley. Si arrestan al maleante con "paños tibios", y a los pocos días lo sueltan, es igual el resultado: pierde la comunidad. Y los críticos pululan alegando debilidad. Y si lo arrestan y se mantiene preso por años a la espera de un juicio; luego, cuando lo enjuician, se ha curtido en el crimen y a lo mejor la pena es menor del tiempo que estuvo preso y sale peor, ¡también pierde la comunidad!

Hay que aportar ideas para contener la violencia, no sólo críticas, ya sea para endurecer las penas o seleccionar los presos por categorías delictivas, o enjuiciar como adultos a menores, o que las cárceles dejen de ser refugios de ocio y escuelas del crimen, pues todos deben mantenerse ocupados allí dentro, limpiando los pisos, pintando paredes y rejas, hasta tener esos recintos impecables. Todos los detenidos deben tener la cabeza rapada para mantener la higiene, deben usar uniformes y lavarlos ellos mismos, eliminando esas "tenderetas" en los cubiles.

Hay que legislar para permitir a las autoridades conducir a los reos a hacer algo útil en beneficio de la comunidad que agredieron. Se les puede llevar a operaciones de limpieza en barrios populares de donde provienen, como Curundú, El Chorrillo, San Miguelito, Pacora y Alcalde Díaz, con todas las medidas de seguridad requeridas; la cuestión es dejar claro que la cárcel no debe ser un lugar donde dormir, comer y planear actos criminales. Y se les puede disminuir la penas o haciéndose merecedor de otra medida cautelar más benigna por su contribución a obras cívicas, descongestionando así los centros penitenciarios.

Los que permanecen en libertad, se les corta las alas, colocando muros altos y confinando separadamente las áreas donde viven, con una sola entrada y salida controlada, donde se puedan hacer revisiones de cada persona que salga o entre. Esto ahuyentaría a los malhechores porque daría al traste con sus "negocios" y brindaría seguridad a los vecinos que no están en la delincuencia. Esta medida es más barata y segura que las repetidas rondas de policías armados, que pueden ser blanco de agresiones.

La violencia ligada a extranjeros se controla limitando el acceso al país mediante visas, las que no se le negarán a ninguna persona de bien que tenga un propósito lícito para estar en el país; pero aquellos ciudadanos con antecedente peligrosos, debemos rechazarlos. Estamos en nuestro derecho.

Los indocumentados deben ser expulsados, no sin antes hacerlos trabajar en obras comunitarias hasta pagar el costo del pasaje de vuelta a su tierra. Esta es una medida que no sólo beneficiaría a los panameños, sino a la noble gente trabajadora y honesta que viene a nuestras tierras huyendo de la violencia incontrolada, y buscando un sitio seguro donde criar a sus hijos.

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